Bajar de peso, un factor de prevención clave frente al peligro del COVID
Las personas con sobrepeso y obesidad tienen mayores probabilidades de complicaciones (y mayor mortalidad) si sufren la infección por COVID, según muestran los estudios realizados en todo el mundo.
La obesidad ya no es vista como una cuestión estética sino como un serio problema de salud, y lamentablemente la pandemia COVID-19 ha venido a reafirmarlo. Si bien ya era plenamente sabido que es el principal factor de riesgo para desarrollar enfermedad cardiovascular (tanto en varones como en mujeres), diabetes tipo 2, hipertensión arterial, insuficiencia renal crónica, envejecimiento prematuro de las arterias, problemas óseos y articulares, trastornos del sueño y hasta algunos tipos de cáncer, ahora se sabe también que bajar de peso es un factor más que importante para prevenir no desde ya la infección, pero sí las complicaciones y la mortalidad por SARS-CoV-2, la pandemia que hoy –y al menos por los siguientes meses– mantiene en vilo a todo el mundo.
La obesidad y el sobrepeso agravan el estado de salud de las personas con COVID. Lo reveló a mitad del año pasado un estudio realizado por investigadores chinos en base a registros de varias partes del mundo, en el que se verificó que los pacientes que alcanzan un estado grave por la infección tienen, en promedio, un índice de masa corporal (IMC) significativamente más alto que las personas que cursan la enfermedad de manera más benigna o asintomática.
El IMC se calcula como el peso (en kilos) dividido por la altura (en metros) al cuadrado. Cuando la cifra supera 25 kg/m2 la persona tiene sobrepeso, y si esa cifra aumenta se transforma en obesidad. Otro estudio, realizado en Francia, mostró justamente que más del 47% de los pacientes que entran a terapia intensiva por SARS-CoV-2 tienen un IMC de más de 30 kg/m2, lo que significa que es más factible que las personas obesas lleguen a terapia intensiva cuando contraen COVID.
A la vez, según ese estudio, un 28% de esas personas poseen obesidad severa, con un IMC mayor a 35. Y si bien la obesidad como epidemia crece en todo el mundo y representa un grave problema de salud, no hay tanta gente en la población general con ese nivel de obesidad severa, lo que significa que es más frecuente que quienes padecen esta condición lleguen a terapia intensiva si se contagian de COVID. También la necesidad de recurrir al respirador (ventilación mecánica) se incrementa en relación con el IMC: mientras que el 68% de los pacientes con más de 30 lo necesita, entre los que tienen IMC mayor que 35 esa proporción se eleva al 85%.
Ya desde el duro comienzo de la pandemia, el diario El País de España había publicado que entre los fallecidos por COVID en ese país el 88% tenían un IMC por encima de 25, mientras que en la población general la prevalencia de sobrepeso es del 54% (alarmante, pero significativamente menor), y que entre los sobrevivientes más del 91% estaba por debajo de ese IMC. La Sociedad Española para el Estudio de la Obesidad presentó claras evidencias de que prevenir la obesidad es prevenir la mortalidad por COVID-19.
Incluso la vacunación contra el SRAS-CoV-2 parece ser menos eficaz en las personas con sobrepeso y obesidad, quienes además suelen tener mayor carga viral cuando son infectados.
La mortalidad y las posibles complicaciones por COVID-19 son la principal preocupación sanitaria a nivel mundial, y parece que lo seguirán siendo al menos durante buena parte de este año y el siguiente. Mientras se trabaja y se espera por la eficacia, la disponibilidad y el acceso a las vacunas contra el coronavirus, los médicos prestan atención a minimizar todos los demás factores de riesgo. Pero, ¿se puede bajar de peso y deshacerse de la obesidad como factor de riesgo en un período corto y de manera sostenida y eficaz, cuando desde siempre se ha sabido que no es tarea fácil?
“El principal problema que las personas tienen en general para bajar de peso es que piensan que se trata de una cuestión de voluntad, cuando en realidad lo único realmente eficaz es seguir un método con aval científico y seguimiento médico”, explican desde Laboratorios Ysonut, líderes europeos en el ámbito de la Nutrición y uno de los principales referentes en descenso de peso a nivel mundial.
Cuando se busca un descenso de peso rápido –aun si la persona tiene en claro que lo hace por su salud– el problema se agrava, porque a las dificultades habituales se les suman la adopción de “dietas milagrosas”, la frustración porque éstas obviamente no funcionan –o porque, si eventualmente logran un descenso, no lo pueden sostener en el tiempo– y el conocido “efecto yo-yo”, porque bajar de peso y volver a subir repetidas veces genera trastornos metabólicos.
Las dietas intensivas donde sólo se beben líquidos, las que se reducen a algunos alimentos específicos, comer sólo vegetales o ingerir diuréticos o pastillas “para adelgazar” están entre los principales errores de quienes necesitan bajar de peso de manera eficaz.
Las claves para un descenso rápido y sostenido de peso, señala, es el correcto aporte de proteínas en la nutrición –a la vez que se reducen drásticamente las calorías– en el marco de un tratamiento con aval científico y un estricto seguimiento por parte de un médico especialista. Las proteínas son fundamentales para que el descenso de peso se dé mediante la reducción de grasa, sin perder masa muscular, lo que pondría en riesgo la salud, además de no ser el objetivo buscado.
Las causas de la obesidad son complejas y dependen tanto de la genética como de los hábitos de vida de cada persona, y también de ciertas particularidades de cada organismo, como el biorritmo. El Plan Protéifine, desarrollado por Laboratorios Ysonut, se basa en el aporte proteico regulado en base a los preceptos de la ritmonutrición®. Así, el médico que prescribe la dieta puede asegurarse de que tanto las cantidades como las fases del tratamiento son las adecuadas a las necesidades y al organismo del paciente, evitando toda posibilidad de carencia de algún nutriente y comprobando que los resultados sean efectivos y sostenibles.
“La utilización que hacemos de los alimentos es diferente en función del momento del día en que los tomamos: mientras hay sol, los aprovechamos fundamentalmente para asegurar el gasto energético, mientras que cuando se pone, los utilizamos para todos los procesos de regeneración y reparación de las células tras la actividad de la jornada”, explican desde Dirección Médica Colegiada de Laboratorios Ysonut de España.
Al estudiar el “reloj biológico”, la ritmonutrición® determina los momentos del día en que el organismo recibe mejor cada tipo de alimento (proteínas, grasas e hidratos de carbono) y cada micronutriente. El tratamiento pensado sobre esta base permite, además, que el paciente reacomode sus ritmos biológicos, que en el caso de la obesidad suelen estar alterados por los hábitos y la mala alimentación. Esta reacomodación hace que el tratamiento pueda garantizar su eficacia a mediano y largo plazo, y que el paciente pueda quedar estabilizado en un peso normal, adecuado a su salud.
Ante la evidencia de que bajar de peso es un factor de protección contra los peligros del COVID, es habitual que se ofrezcan por doquier, más que nunca, esas soluciones “milagrosas” que ya abundaban en una sociedad que suele malentender a la obesidad como un problema estético. Por eso, una dieta eficaz y sana debe tener un control médico estricto y personalizado, para asegurar que la pérdida de peso se dé a expensas de la grasa corporal y no de la masa muscular, y una reeducación alimentaria que tenga en cuenta el biorritmo de cada persona, para que ese cambio en su vida sea sostenido.
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